Hola a todos, somos alumn@s de 1º Pedagogía. A continuación os presentamos el texto sobre el que vamos a trabajar. Es una biografía escolar ficticia, basada en algunas de las experiencias de los miembros del grupo.
A los tres años dio comienzo mi etapa escolar. Iba todos los días acompañada de mi madre a la escuela, a mi me gustaba mucho, era grande y estaba dividida en tres zonas, una de ellas arquitectónicamente separada, y las otras dos formaban un mismo edificio.
Yo estaba en la clase de 1ºB en el primer edifico, era muy bonita, tenía muchos dibujos en la pared hechos por otros niños que habían estado allí, y en un futuro estarían los nuestros.

Éramos veinticinco niñ@s de los cuales con algunos mantengo todavía relación.
Mi profesor era muy bueno, con él estuvimos toda la etapa de infantil (3-5 años) nos trataba a todos de manera muy cariñosa y paciente. Recuerdo que estábamos sentados en mesas de seis en la que teníamos que compartir el material con el que íbamos a trabajar ese día. También teníamos en clase una zona en la que una vez terminada la tarea del día podíamos irnos a jugar allí, era muy divertido ya que había numerosos juguetes con los que entretenernos. Una de las cosas que más me gustaba de esta etapa era cuando teníamos que hacer las manualidades para el día del padre y de la madre, montar el portal de Belén de la clase. Una vez habíamos jugado, el profesor nos ponía a realizar nuestra hora de relajación, en la que la mayoría de las veces me quedaba dormida.
Estos años fueron muy divertidos ya que jugaba más que trabajaba.

Cuando cumplí seis años pasé a primero de primaria, aquí comencé mi etapa escolar más larga. Pasé de estar en el primer edificio al segundo que era mucho más grande ya que había más alumn@s y clases, ya era mayor.
Otra vez estaba en 1ºB, pero esta vez era de primaria. También cambié de profesor, ahora teníamos una profesora, era una mujer mayor que nos daría clase durante los dos años siguientes. Era muy estricta y poco tolerante, parecía que el principal objetivo de la clase era tenernos a todos en orden y callados. Yo no lo pasé especialmente bien, ya que me costaba mantener esa dinámica que quería la profesora, pero como era buen estudiante, no tuve problemas en aprobar.
La clase era más grande que la anterior, ya no teníamos nuestros maravillosos dibujos en las paredes, todo eso se vio sustituido por dos pizarras.
La distribución también cambió ahora estábamos sentados en pupitres individuales orientados hacia la pizarra, que pasó a ser el eje central de la clase.
El recreo era el único momento en el que disfruté durante estos dos años. Después de esta profesora pasé a tercero de primaria, con el que dio comienzo una nueva etapa para mí.

Con el nuevo curso empecé a conocer asignaturas que anteriormente no había dado, como por ejemplo inglés, también tenía un nuevo profesor que a diferencia de mi anterior maestra, este era joven y simpático. Sus clases recuerdo que eran muy divertidas, él siempre quería que participáramos y habláramos entre nosotr@s, de tal forma que nos sentábamos en mesas de cuatro, mirándonos a la cara, todo esto se vio beneficiado por la distribución que tenía la clase.
Aquí empezamos a realizar exámenes más “duros”, recuerdo que mi profesor nos apoyaba mucho cuando nos salía mal, intentaba siempre que mantuviésemos la motivación intacta. A mí me gustaba, por raro que parezca, hacer exámenes y las preguntas orales en clase, y así me demostraba que está haciendo mi trabajo bien.
Finalizado ya estos dos años, pasé a conocer a mi tercera profesora de primaria.
Durante este tiempo pasamos a colocarnos orientados hacia ella, por orden de lista, pero si algunos compañeros molestaban en clase, ella los cambiaba, ya que su principal objetivo era que la dinámica de la clase no se viera afectada.
Al igual que mi anterior profesora, ella se mantenía muy cerca de nosotr@s y nos ayudaba mucho. En estos cursos comencé a hacer mis primeros trabajos grupales en los que ponía a prueba mis relaciones sociales con los demás compañeros, ya que no era lo mismo trabajar con ellos que jugar.
Dejé atrás primaria y comencé la E.S.O, esta fue una época de cambios. Muchos profesores, cambiábamos de aula, las notas pasaron de ser “pa” o “nm” a estar cuantificadas.
Aquí comencé a tener un trato diferente con los profesores, ya que ellos querían que nosotr@s adquiriéramos conciencia de cómo iban a ser los siguientes cuatro años que dura esta etapa.
El temario era más extenso y los exámenes presentaban mayor dificultad. Continuamos sentados orientados hacía el profesor, en mesas en las que nos sentábamos de dos en dos. En todas las aulas teníamos ordenadores y un proyector para poder exponer los trabajos.
Aquí conocí a un profesor que me marcó bastante, ya que su forma de dar clase me encantaba, hacía que fueran muy amenas y que siempre quería que me diera más clase, siempre nos contaba experiencias suyas relacionadas con el temario que estábamos dando. A parte de enseñarme teoría, me enseñó valores y como relacionarme con los futuros profesores que tendría en mi última etapa: el bachillerato.
En contra partida, me encontré también un profesor que se dedicaba a leer el periódico en clase y a decirnos que hiciéramos puentes con palillos de los helados. No se preocupaba en absoluto por nosotros, ni por nuestro aprendizaje y nos ponía la nota que queríamos, por lo que puedo decir que no aprendí nada.

Aquí di el gran salto de mi educación, ya que cambié de colegio y pasé al instituto. Todo era diferente, desde las aulas hasta los profesores, yo me tenía que encargar de mis cosas ya que nadie me controlaba. Esto no me gustaba, yo quería ver interés por parte de esos profesores, no simplemente que me dieran clase.
Podíamos encontrar varios tipos de profesores, pero por norma general, la mayoría no mostraba apego alguno al alumnado. Aunque tuve un profesor de literatura que rompía este molde, ya que no paraba de sorprendernos continuamente y mostraba pasión por su trabajo; también pude encontrar profesores que mostraban desdeño hacía el alumnado, con frases como: “sois unos inútiles”, “veo muchas cabezas, espero que vayáis quedando menos”, “esto no es lo vuestro, pero tenéis buenas espaldas para cargar sacos”.
Y aquí se abre una nueva etapa en la que me encuentro actualmente y en la que hay mucho camino por recorrer…